Pedrito se levantó muy temprano esa mañana de domingo. Su padre
le había prometido llevarlo a jugar fútbol a la recién inaugurada cancha en el
centro de la ciudad.
Después de darse un buen baño se sentó a desayunar con su
familia y conversaron animadamente sobre los planes para el resto del día.
La madre preparó la canasta conteniendo la merienda, jugos y
algunas frutas. Pedrito corrió a buscar su pelota de fútbol y no la encontró
por ningún lado. Buscó por toda la casa y nada, la pelota había desaparecido
como por arte de magia.
Su padre, al verlo tan preocupado y ansioso le preguntó qué
sucedía, a lo cual el niño respondió:
—Es mi pelota, papá. No la encuentro por ningún lado.
—¿Ya buscaste bien?
Pedrito asintió con su cabeza y comenzó a sollozar. Esa
pelota era muy especial para él porque la había recibido el día de su cumpleaños.
—No te preocupes, te ayudaremos a buscarla —dijo Ana, su
hermana mayor.
—Yo también me uniré a la búsqueda —dijo su madre dejando el
quehacer de la cocina.
El padre había corrido la voz entre los vecinos y ellos amablemente
buscaron en sus respectivos jardines. A menudo Pedrito lanzaba la pelota tan
fuerte que probablemente hubiera volado tan alto hasta caer muy lejos.
Pedrito estaba muy sorprendido de ver a su familia y a sus
vecinos tan afanados buscando su pelota. Todos se habían unido cooperando para
encontrarla. Finalmente don Alfonso, el vecino de al lado, dio un grito de alegría:
“¡La encontré, está aquí arriba, en mi tejado!”.
Todos corrieron a ver y aplaudieron emocionados. Pedrito
tenía una extraña mezcla de alegría y tristeza. Estaba feliz de recuperar su
pelota, pero notó que algunas tejas estaban quebradas por el impacto.
Don Alfonso subió a la escalera y bajó del techo el precioso
tesoro del niño.
—Lamento mucho lo que pasó. Pagaré por la reparación —dijo el padre de Pedrito
—¡Bah! Son sólo un para de tejas rotas. Lo importante es que
hemos descubierto el talento de un gran futbolista —dijo don Alfonso dando unas
palmaditas al hombro del chiquillo.
Ese domingo terminó mejor de lo que esperaban. Pedrito
descubrió que tenía una familia que lo amaba, vecinos maravillosos y que tenía
la habilidad de lanzar la pelota tan pero tan alto, hasta tocar las
estrellas.
FIN
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