Lili adoraba jugar en el jardín. Tenía una gran imaginación.
Fantaseaba con ser una gran exploradora que se internaba en lo profundo de la
selva sorteando todo tipo de peligros convirtiéndose en la heroína de su propia
historia.
Su madre la observaba desde la ventana de la cocina y sonreía.
Cortó en trozos la zanahoria y el resto de verduras para preparar una rica y
sustanciosa sopa. No mucho después anunció que el almuerzo estaba listo.
Lili corrió a sentarse a la mesa, estaba realmente hambrienta
después de tanta diversión.
—¿No crees que estás olvidando algo? —preguntó mamá.
—No he olvidado traer a mi oso—respondió sentando a su
felpudo amigo junto a ella.
—Observa tus manos, dime qué ves.
Lili obedeció con mucha curiosidad.
—Son tan diminutos que no podrías verlos tan fácilmente —Agregó
mamá. Se llaman virus y bacterias, son muy poderosos y escurridizos. Su escondite
favorito es bajo las uñas.
La niña observó nuevamente sus manos, ésta vez muy asustada.
—¡No quiero que construyan su casa bajo mis uñas, mamá!
—Quizá debamos cortarlas.
—¡Sí! Tendrán que buscar otro escondite.
—Son muchos y están en todas partes, hija. Eso los convierte
en enemigos muy peligrosos para nuestra salud.
Lili miró nuevamente sus manos. Sus ojos estaban a punto del
llanto.
—Por fortuna hay una manera de vencerlos: Manos jabonosas.
—¿Manos jabonosas?
—Así es, Lili. Los virus y bacterias se debilitan al
contacto del agua y el jabón. Es la mejor manera de vencerlos.
—¡Quiero lavarme las manos con agua y jabón! —exclamó
saltando de la silla.
—¡De acuerdo, vamos!
Y así, ese hermoso día de verano, la pequeña Lili venció a los
monstruos que amenazan con dañar su salud y se convirtió en la heroína de su
propia historia.
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