viernes, 9 de abril de 2021

PIDE UN DESEO

 Esta es la historia de una niña llamada Fabiola. Ganó muchas competencias de atletismo, era sin duda la niña más veloz de la escuela. Pero un día algo sucedió, algo que cambió por completo el rumbo de su vida.

El médico le dijo a Fabiola que ya no podría correr, pues una enfermedad le impediría volver a usar sus piernas. No satisfechos con ese diagnóstico, los padres de Fabiola consultaron a otros médicos, los mejores de la ciudad, pero fue en vano. Todos coincidieron en que la niña no volvería a caminar nunca más. Pasaron los días, y Fabiola comenzó a extrañar las carreras y las pistas de atletismo. Miró sus piernas que ahora pendían débiles y sin fuerzas en la silla de ruedas y una lágrima resbaló por su mejilla. Esa lágrima resbaló sobre la hoja del libro de cuentos que en ese momento leía, y algo extraño sucedió. De una densa niebla color púrpura con destellos dorados apareció un hada mágica. Fabiola no podía creer lo que estaba sucediendo, ¡parecía estar soñando! Un sueño fantástico y maravilloso. —Ya no llores, pequeña—dijo dulcemente. —¿Quién eres? —Soy el hada de los deseos. Pide lo que quieras y te será concedido. Fabiola vio su reflejo en el espejo y se contempló a sí misma sentada en aquella solitaria silla de ruedas. Luego dirigió sus ojos a la amable viejecilla con alas de mariposa y respondió: —Nada deseo más en el mundo que volver a correr, pero… —Pero ¿qué? —Pienso que hay otros niños en el mundo viviendo en las calles y sufriendo mucho. Yo tengo una casa, una familia que me ama y comida sobre la mesa. Deseo para ellos la oportunidad de tener todo eso, me haría realmente muy feliz. El hada mágica sonrió satisfecha tras la petición de la niña. Había demostrado mucha nobleza de corazón al pensar en la necesidad de otros antes que en la propia, así que decidió recompensarla. —Eres una niña muy buena. Serás mi sucesora. Te entregaré ésta varita y podrás hacer felices a muchos niños que se encuentran en tu misma situación. Justo cuando estaba a punto de recibir el galardón, Fabiola escuchó que la llamaban por su nombre: —¡Fabiola, hija, despierta! —¡Mamá, mamá! Tuve un sueño increíble. —¿Ah, sí? ¿Qué has soñado? —¡Que podré ayudar a otros niños como yo, mamá! Seré la entrenadora del primer equipo de baloncesto infantil en silla de ruedas. La madre redondeó los ojos del asombro. No podía dar crédito a lo que su hija estaba diciendo, así que llamó al padre y tras escuchar a Fabiola sonrió ampliamente y agregó: —Esto es una hermosa coincidencia. Justamente hoy por la mañana llegó a la oficina un representante de la federación de baloncesto buscando un entrenador para la liga de olimpiadas especiales y formar un equipo infantil. —Sabes muy bien que yo era muy buena encestando, papá. —Lo sé, hija, aún lo eres. —¿Por qué no seguimos hablando sobre esto durante la cena? —Sugirió la madre—La comida ya está servida. De modo que el padre empujó la silla de Fabiola hacia el comedor. La madre se quedó por unos segundos más arreglando la habitación. Cuando estaba a punto de retirarse observó un objeto muy brillante sobre el piso, era una varita mágica.



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