Había llegado el anhelado día de navidad. Miriam y amelia estaban emocionadas. Ambas hermanitas se levantaron muy temprano para hornear galletas y dejarlas bajo el árbol de navidad.
Todo marchaba bien, incluso dejaron reluciente la cocina para no incomodar a mamá por el desorden.
Pero cuando llegó la hora de cambiarse de ropa, tanto Miriam como Amelia deseaban usar el mismo suéter rojo, Amelia tiró de una manga y Miriam de la otra.
—¡Es mío!
—¡No, yo lo vi primero!
Al escuchar aquel alboroto la madre llegó para separarlas
—Quiero que las dos me acompañen a la ventana —ordenó con firmeza
Miriam y Amelia obedecieron, y al asomarse a la ventana contemplaron una escena muy triste. Una niña temblaba de frío, mendigando bajo la nieve.
Avergonzadas, las dos hermanas se miraron una a la otra comprendiendo al instante la lección que su madre quería darles.
Convencidas de lo que realmente significaba esa fecha tan especial, las hermanitas abrieron la puerta y llamaron a la niña que temblaba bajo el frío ofreciéndole el suéter de la discordia.
Y no sólo eso, también la invitaron a pasar para que disfrutara de las deliciosas galletas que habían horneado temprano. Esa, sin duda, fue la mejor de las navidades, porque descubrieron la importancia de la generosidad.
Autora: Soledad Del Muro
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