sábado, 17 de abril de 2021

LA MUELA DE CLAUDIA


Claudia estaba invitada esa tarde a una fiesta de cumpleaños  en casa de su prima Gina, y eso sólo significaba una cosa: ¡Una piñata llena de dulces y caramelos!

Como era de esperarse la fiesta estuvo divertidísima. Hubo muchos  juegos, globos, payasos, helado y una deliciosa torta de chocolate.

Al momento de quebrar la piñata Claudia fue la primera en lanzarse al piso y recogió  tantos dulces como pudo, los saboreó uno a uno hasta acabarlos todos.

Cuando finalmente llegó a casa estaba tan pero tan cansada que cayó sobre su cama hasta quedar profundamente dormida.

¡Pobre Claudia! No tenía ni la menor idea de lo que estaba a punto de suceder dentro de su boca. El

malvado monstruo de la caries apareció con su plan siniestro. Una muela del lado derecho fue la primera en recibir el ataque.

Su hermana despertó al escucharla llorar.

—¿Qué te pasa, Claudia? ¿Por qué tanto escándalo?

—¡Mi muela, me duele mucho!

—Es porque nunca te lavas los dientes.

—¡Sí lo hago!

—Eso no es cierto. Ni siquiera sabes dónde está tu cepillo.

Al escuchar la discusión, la madre de ambas llegó y se sentó entre ellas. Le dijo a Claudia que a la mañana siguiente la llevaría donde el dentista y   esa  noticia le hizo llorar aún más.

Lloró por toda esa noche. No sólo por el dolor, también por el miedo terrible que le provocaba el dentista y sus afiladas  herramientas de tortura.

Después de esa visita, Claudia al fin comprendió la importancia de asear su boca. El dentista no sólo le regaló un cepillo nuevo, también le explicó amablemente cómo debía cepillarse, que debía hacerlo por lo menos tres veces al día.

Se preguntarán qué sucedió con la muela de Claudia. Por fortuna logró recuperarse y también dejó de doler. Desde ese fatídico día  Claudia decidió dejar de comer tantos caramelos, fue una lección que jamás olvidará.



 

martes, 13 de abril de 2021

EL MAYOR TESORO

 “Somos millonarios, lo tenemos todo. Esa era la frase con la cual mi padre se sentaba a la mesa. Nunca entendí por qué decía eso. En nuestra casa no había lujos. Mamá no tenía vestidos caros, y tampoco usaba alhajas.

Mi hermana cuidaba mucho su único par de zapatos. Procuraba no ensuciarlos de camino a la escuela. Nunca la oí quejarse. Estaba siempre sonriente y procuraba ayudar a mamá en todo. Lo recuerdo como si fuese ayer: el aroma de la cena parecía provenir de un restaurante ¡era un aroma realmente delicioso! La cena no daba inicio sino hasta después de inclinar nuestras cabezas y elevar una plegaria. Nos tomábamos de las manos alrededor de la mesa y mi padre comenzaba a agradecer por todo. No sólo por los alimentos. Era una lista interminable. Por el aire, por el agua, por la vida, por el sol y por los bosques. Yo imaginaba todo mientras él hablaba. Mi mente proyectaba una película feliz. Los años han pasado. He crecido y me he convertido en un adulto. Me he casado y tengo dos hijos maravillosos. No hay un tan sólo día que no recuerde al hombre que marcó mi infancia con aquellas maravillosas lecciones de vida. Él sigue siendo mi héroe, la luz que me guía. Yo quiero ser como él, quiero ser como mi padre.
Me he sentado a la mesa junto a mi esposa y a mis hijos, como en aquellos gloriosos tiempos. Nos tomamos de las manos, y al cerrar los ojos, mientras intento contener las lágrimas digo: “Somos millonarios, lo tenemos todo; la familia es el más grande tesoro”.

Autora: Soledad Del Muro


viernes, 9 de abril de 2021

PIDE UN DESEO

 Esta es la historia de una niña llamada Fabiola. Ganó muchas competencias de atletismo, era sin duda la niña más veloz de la escuela. Pero un día algo sucedió, algo que cambió por completo el rumbo de su vida.

El médico le dijo a Fabiola que ya no podría correr, pues una enfermedad le impediría volver a usar sus piernas. No satisfechos con ese diagnóstico, los padres de Fabiola consultaron a otros médicos, los mejores de la ciudad, pero fue en vano. Todos coincidieron en que la niña no volvería a caminar nunca más. Pasaron los días, y Fabiola comenzó a extrañar las carreras y las pistas de atletismo. Miró sus piernas que ahora pendían débiles y sin fuerzas en la silla de ruedas y una lágrima resbaló por su mejilla. Esa lágrima resbaló sobre la hoja del libro de cuentos que en ese momento leía, y algo extraño sucedió. De una densa niebla color púrpura con destellos dorados apareció un hada mágica. Fabiola no podía creer lo que estaba sucediendo, ¡parecía estar soñando! Un sueño fantástico y maravilloso. —Ya no llores, pequeña—dijo dulcemente. —¿Quién eres? —Soy el hada de los deseos. Pide lo que quieras y te será concedido. Fabiola vio su reflejo en el espejo y se contempló a sí misma sentada en aquella solitaria silla de ruedas. Luego dirigió sus ojos a la amable viejecilla con alas de mariposa y respondió: —Nada deseo más en el mundo que volver a correr, pero… —Pero ¿qué? —Pienso que hay otros niños en el mundo viviendo en las calles y sufriendo mucho. Yo tengo una casa, una familia que me ama y comida sobre la mesa. Deseo para ellos la oportunidad de tener todo eso, me haría realmente muy feliz. El hada mágica sonrió satisfecha tras la petición de la niña. Había demostrado mucha nobleza de corazón al pensar en la necesidad de otros antes que en la propia, así que decidió recompensarla. —Eres una niña muy buena. Serás mi sucesora. Te entregaré ésta varita y podrás hacer felices a muchos niños que se encuentran en tu misma situación. Justo cuando estaba a punto de recibir el galardón, Fabiola escuchó que la llamaban por su nombre: —¡Fabiola, hija, despierta! —¡Mamá, mamá! Tuve un sueño increíble. —¿Ah, sí? ¿Qué has soñado? —¡Que podré ayudar a otros niños como yo, mamá! Seré la entrenadora del primer equipo de baloncesto infantil en silla de ruedas. La madre redondeó los ojos del asombro. No podía dar crédito a lo que su hija estaba diciendo, así que llamó al padre y tras escuchar a Fabiola sonrió ampliamente y agregó: —Esto es una hermosa coincidencia. Justamente hoy por la mañana llegó a la oficina un representante de la federación de baloncesto buscando un entrenador para la liga de olimpiadas especiales y formar un equipo infantil. —Sabes muy bien que yo era muy buena encestando, papá. —Lo sé, hija, aún lo eres. —¿Por qué no seguimos hablando sobre esto durante la cena? —Sugirió la madre—La comida ya está servida. De modo que el padre empujó la silla de Fabiola hacia el comedor. La madre se quedó por unos segundos más arreglando la habitación. Cuando estaba a punto de retirarse observó un objeto muy brillante sobre el piso, era una varita mágica.



miércoles, 7 de abril de 2021

¡MANOS JABONOSAS!

 


 

Lili adoraba jugar en el jardín. Tenía una gran imaginación. Fantaseaba con ser una gran exploradora que se internaba en lo profundo de la selva sorteando todo tipo de peligros convirtiéndose en la heroína de su propia historia.

Su madre la observaba desde la ventana de la cocina y sonreía. Cortó en trozos la zanahoria y el resto de verduras para preparar una rica y sustanciosa sopa. No mucho después anunció que el almuerzo estaba listo.

Lili corrió a sentarse a la mesa, estaba realmente hambrienta después de tanta diversión.

—¿No crees que estás olvidando algo? —preguntó mamá.

—No he olvidado traer a mi oso—respondió sentando a su felpudo amigo junto a ella.

—Observa tus manos, dime qué ves.

Lili obedeció con mucha curiosidad.

—Son tan diminutos que no podrías verlos tan fácilmente —Agregó mamá. Se llaman virus y bacterias, son muy poderosos y escurridizos. Su escondite favorito es bajo las uñas.

La niña observó nuevamente sus manos, ésta vez muy asustada.

—¡No quiero que construyan su casa bajo mis uñas, mamá!

—Quizá debamos cortarlas.

—¡Sí! Tendrán que buscar otro escondite.

—Son muchos y están en todas partes, hija. Eso los convierte en enemigos muy peligrosos para nuestra salud.

Lili miró nuevamente sus manos. Sus ojos estaban a punto del llanto.

—Por fortuna hay una manera de vencerlos: Manos jabonosas.

—¿Manos jabonosas?

—Así es, Lili. Los virus y bacterias se debilitan al contacto del agua y el jabón. Es la mejor manera de vencerlos.

—¡Quiero lavarme las manos con agua y jabón! —exclamó saltando de la silla.

—¡De acuerdo, vamos!

 

Y así, ese hermoso día de verano, la pequeña Lili venció a los monstruos que amenazan con dañar su salud y se convirtió en la heroína de su propia historia.

 

                                                                                        


lunes, 5 de abril de 2021

EL CASO DE LA PELOTA PERDIDA

 

Pedrito se levantó muy temprano esa mañana de domingo. Su padre le había prometido llevarlo a jugar fútbol a la recién inaugurada cancha en el centro de la ciudad.

Después de darse un buen baño se sentó a desayunar con su familia y conversaron animadamente sobre los planes para el resto del día.

La madre preparó la canasta conteniendo la merienda, jugos y algunas frutas. Pedrito corrió a buscar su pelota de fútbol y no la encontró por ningún lado. Buscó por toda la casa y nada, la pelota había desaparecido como por arte de magia.

Su padre, al verlo tan preocupado y ansioso le preguntó qué sucedía, a lo cual el niño respondió:

 

—Es mi pelota, papá. No la encuentro por ningún lado.

—¿Ya buscaste bien?

Pedrito asintió con su cabeza y comenzó a sollozar. Esa pelota era muy especial para él porque la había recibido el día de su cumpleaños.

 

—No te preocupes, te ayudaremos a buscarla —dijo Ana, su hermana mayor.

—Yo también me uniré a la búsqueda —dijo su madre dejando el quehacer de la cocina.

 

El padre había corrido la voz entre los vecinos y ellos amablemente buscaron en sus respectivos jardines. A menudo Pedrito lanzaba la pelota tan fuerte que probablemente hubiera volado tan alto hasta caer muy lejos.

Pedrito estaba muy sorprendido de ver a su familia y a sus vecinos tan afanados buscando su pelota. Todos se habían unido cooperando para encontrarla. Finalmente don Alfonso, el vecino de al lado, dio un grito de alegría: “¡La encontré, está aquí arriba, en mi tejado!”.

 

Todos corrieron a ver y aplaudieron emocionados. Pedrito tenía una extraña mezcla de alegría y tristeza. Estaba feliz de recuperar su pelota, pero notó que algunas tejas estaban quebradas por el impacto.

Don Alfonso subió a la escalera y bajó del techo el precioso tesoro del niño.

—Lamento mucho lo que pasó. Pagaré por la reparación —dijo el padre de Pedrito

—¡Bah! Son sólo un para de tejas rotas. Lo importante es que hemos descubierto el talento de un gran futbolista —dijo don Alfonso dando unas palmaditas al hombro del chiquillo.

 

Ese domingo terminó mejor de lo que esperaban. Pedrito descubrió que tenía una familia que lo amaba, vecinos maravillosos y que tenía la habilidad de lanzar la pelota tan pero tan alto,  hasta tocar las estrellas.

                                                                            FIN

 




 

 

DURIÁN, LA FRUTA QUE NADIE QUERÍA

 

Resulta que se había organizado un concurso en el reino de las frutas. Todas querían  participar, en especial la manzana que se creía la más bella y deliciosa.

Una larga e interminable fila de participantes esperaban su turno para la inscripción. La señorita Pera no quería esperar. La uva vestía sus mejores galas. Señorita banana vestía un vibrante atuendo amarillo, tan amarillo como el sol. 

De pronto, entre todas ellas, se abrió paso una fruta exótica, muy pero muy rara. Todas las participantes comenzaron a taparse la nariz y exclamaron: ¡Pero que olor tan horrendo es ese!

—Mi nombre es Durián, y quiero participar en el concurso.

—¡De ninguna manera! Protestó señorita manzana — tú no puedes participar.

—¿Por qué no? Soy una fruta como todas ustedes.

—Hueles mal, eres fea.

—Tengo entendido que se trata de un concurso de sabores — argumentó con soltura —Puede ser que mi olor no sea agradable y mi apariencia tampoco, pero puedo asegurarles a ustedes y a los jueces que mi sabor es único y maravilloso. 

Todas las frutas comenzaron a reír a carcajadas, en especial la señorita manzana, que muy engreída pensaba destacar entre todas las participantes por su belleza, colorido  y sabor. 

Las burlas, lejos de incomodar a Durián, sólo consiguieron darle más ánimo, y muy segura de sí misma se apuntó para el concurso.

Pasaron los días y finalmente llegó el anhelado acontecimiento. Todas luciendo sus mejores galas ante el jurado que esperaba ansioso la degustación de sabores.

Las burlas y los abucheos arreciaron contra la singular fruta hasta que uno de los jueces tomó la palabra y dijo:

Por decisión unánime hemos concluído que por su sabor dulce, único y diferente el premio es para… ¡La señorita Durián!

Señorita manzana perdió los estribos y subió al escenario, roja de la cólera

—¡Señores jueces, debe haber un error! Esa cosa horrenda y apestosa no puede ser la ganadora del concurso! Yo soy la más bella de todas, y la más deliciosa de todas las frutas del mundo.

—Tranquila, señorita manzana —no se trata de un concurso de apariencias. En realidad los jueces hemos valorado la esencia de cada fruta, y desde luego ese honor le corresponde sin duda  a la señorita Durián.

Todos los asistentes coincidieron con la acertada decisión de los jueces y estallaron en aplausos para la 


ganadora, incluso señorita Manzana, quien desde instante comprendió que no se  debe juzgar a partir de las apariencias.

                                                                       FIN

domingo, 4 de abril de 2021

EL SUÉTER DE LA DISCORDIA

 Había llegado el anhelado día de navidad. Miriam y amelia estaban emocionadas. Ambas hermanitas se levantaron muy temprano para hornear galletas y dejarlas  bajo el árbol de navidad. 

Todo marchaba bien, incluso dejaron reluciente la cocina para no incomodar a mamá por el desorden.   


Pero cuando llegó la hora de cambiarse de ropa, tanto Miriam como Amelia deseaban usar el mismo suéter rojo, Amelia tiró de una manga y Miriam de la otra. 

¡Es mío!  

¡No, yo lo vi primero! 


Al escuchar aquel alboroto la madre llegó para separarlas 

Quiero que las dos me acompañen a la ventana  ordenó con firmeza 


Miriam y Amelia obedecieron, y al asomarse a la ventana contemplaron una escena muy triste. Una niña temblaba de frío, mendigando bajo la nieve. 

Avergonzadas, las dos hermanas se miraron una a la otra comprendiendo al instante la lección que su madre quería darles. 


Convencidas de lo que realmente significaba esa fecha tan especial, las hermanitas abrieron la puerta y llamaron a la niña que temblaba bajo el frío ofreciéndole el suéter de la discordia. 

Y no sólo eso, también la invitaron a pasar para que disfrutara de las deliciosas galletas que habían horneado temprano. Esa, sin duda, fue la mejor de las navidades, porque descubrieron la importancia de la generosidad.

Autora: Soledad Del Muro

LA MUELA DE CLAUDIA

Claudia estaba invitada esa tarde a una fiesta de cumpleaños   en casa de su prima Gina, y eso sólo significaba una cosa: ¡Una piñata llen...