Claudia estaba invitada esa tarde a una fiesta de cumpleaños
en casa de su prima Gina, y eso sólo
significaba una cosa: ¡Una piñata llena de dulces y caramelos!
Como era de esperarse la fiesta estuvo divertidísima. Hubo
muchos juegos, globos, payasos, helado y
una deliciosa torta de chocolate.
Al momento de quebrar la piñata Claudia fue la primera en
lanzarse al piso y recogió tantos dulces
como pudo, los saboreó uno a uno hasta acabarlos todos.
Cuando finalmente llegó a casa estaba tan pero tan cansada
que cayó sobre su cama hasta quedar profundamente dormida.
¡Pobre Claudia! No tenía ni la menor idea de lo que estaba a
punto de suceder dentro de su boca. El
malvado monstruo de la caries apareció con su plan
siniestro. Una muela del lado derecho fue la primera en recibir el ataque.
Su hermana despertó al escucharla llorar.
—¿Qué te pasa, Claudia? ¿Por qué tanto escándalo?
—¡Mi muela, me duele mucho!
—Es porque nunca te lavas los dientes.
—¡Sí lo hago!
—Eso no es cierto. Ni siquiera sabes dónde está tu cepillo.
Al escuchar la discusión, la madre de ambas llegó y se sentó
entre ellas. Le dijo a Claudia que a la mañana siguiente la llevaría donde el
dentista y esa noticia le hizo llorar aún más.
Lloró por toda esa noche. No sólo por el dolor, también por el
miedo terrible que le provocaba el dentista y sus afiladas herramientas de tortura.
Después de esa visita, Claudia al fin comprendió la
importancia de asear su boca. El dentista no sólo le regaló un cepillo nuevo,
también le explicó amablemente cómo debía cepillarse, que debía hacerlo por lo
menos tres veces al día.
Se preguntarán qué sucedió con la muela de Claudia. Por fortuna logró recuperarse y también dejó de doler. Desde ese fatídico día Claudia decidió dejar de comer tantos caramelos, fue una lección que jamás olvidará.